¿Qué pasará mañana?

¿Qué pasará mañana?

En una ciudad donde no sabemos nunca lo que pasará mañana, donde muchos no saben qué van a almorzar o si van a almorzar siquiera.

En una ciudad con una historia tan pesada y dolorosa, donde aún se filtran los valores mafiosos del que más tenga, más muestre, hasta el punto de habernos convertido en caricatura como sociedad.
En una ciudad llena de laderas difíciles de caminar. Donde andar en transporte público es peligroso y caminar aún más. Nosotros nos hacemos los locos porque qué más… Pero aquí realmente la inseguridad es incapacitante, sólo que las noticias malas pasan como el viento reemplazadas constantemente por «una más».
En una ciudad donde tememos a los otros, tememos salir a la calle y contemplamos el hermoso paisaje a lo lejos desde las ventanas. Donde somos prisioneros de carros con ventanillas cerradas, unidades residenciales vigiladas 24 horas y centros comerciales vigilados por cámaras de seguridad.
Una ciudad donde los nombres de los edificios conmemoran lo que alguna vez fuimos «bosques de», «colinas de», «claros de» «aguas de». Creíamos que éramos una ciudad verde pero ya no lo somos más.
Dicen que los árboles que se tumban se reemplazan por 2 y a veces por 3. No sé quién regula el tamaño de esos nuevos que se siembran, no sé si llegan a producir el oxígeno de esos enormes árboles que se tumban sin piedad. No sé además dónde los siembran pero me han dicho que no es en Medellín donde ya no cabemos y donde la tierra es demasiado costosa para reforestar. Pero es aquí donde más necesitamos a esos árboles grandes para poder respirar.
Esta es una ciudad difícil y por eso entiendo perfectamente que a muchos no les importe si el aire es respirable. Entiendo que no los afecte el pico y placa ni les preocupe usar plástico y botarlo a la calle. Pues cuando uno no tiene ni siquiera resueltas sus necesidades más básicas, la ecología es casi un lujo que parece no poderse dar.
Nosotros no somos como Suecia o como Singapur, donde a falta de noticias pueden pasarse horas viendo el canal del clima.
Aquí la agenda noticiosa es tan pesada que si llueve o hace sol, lo mismo da.
Pero esta vez es diferente.
Porque ni la inseguridad, ni las fronteras invisibles, ni la desigualdad, ni la pobreza, pueden hacernos tanto daño como inhalar y exhalar el aire pesado de marzo. Pues si los años pasados la alerta era amarilla y este año hemos llegado a roja, ¿saben qué pasa si el año entrante estamos en alerta morada? Que todos nos tenemos que ir de Medellín. Que ni la persona más fuerte y saludable será apta para quedarse aquí mientras pasan las nubes del cambio de clima de los primeros meses del año. Seríamos una ciudad inviable para vivir, ya que hemos construido a la loca sin tener en cuenta nuestros propios límites. Seríamos, al menos un mes al año, una ciudad fantasma, como esos lugares del mundo donde la radiación por las bombas y el peligro de mutaciones por la contaminación radioactiva obligó a la gente a migrar.
Yo sé que suena exagerado y pesimista, pero si tenemos en cuenta que hace 4 años esto no pasaba y en los últimos 3 ha crecido exponencialmente en gravedad… parece apenas el desenlace lógico, pero muy desafortunado, de no haber atendido las señales a tiempo.
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Hace 3 años cuando mi hija Elisa estaba recién nacida, estuvo dos veces hospitalizada por problemas respiratorios. La congestión era más grande que ella y yo no dormía de la angustia de que ella parara de respirar. Al darla de alta me recomendaban no sacarla, ni al parque, ni al centro comercial. Que el aire podía hacerle daño y a mi me costaba creerlo. No en vano hasta ese entonces, Medellín se consideraba un paraíso al menos en cuestiones ambientales, la ciudad de la eterna primavera, limpia y verde, con un clima envidiable durante todo el año.
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Sin embargo era verdad.
Pasaron pocos meses desde el nacimiento de mi hija cuando mi mamá fue diagnosticada con fibrosis pulmonar. Ella sin haberse fumado un cigarrillo en toda su vida tiene una enfermedad respiratoria que no se puede curar.
Yo sé que la mayoría de las personas de esta ciudad no saben si llegarán siquiera a un mañana, y parece obvio que por eso poco les importe lo que les diga que pasará en 20 años.
Que sin ropa, sin comida, sin EPS, sin trabajo, ¿qué más da? Si morimos lentamente todos los días de muchas otras cosas… y este es solo un factor más.
Alguna vez hablé en un podcast del acento lastimero, ese que nos ha hecho creer que como todo ya está tan mal, ¡qué más da! Que pobrecitos nosotros, que por nuestra propia historia ya estamos condenados.
Ese que nos hace creer que no hay manera de solucionarnos y que no podemos avanzar porque estamos anclados, estancados, subdesarrollados.
Sin embargo hoy quiero apelar a otras características del ADN que también nos caracterizan, como el empuje, el patriotismo, la tenacidad. Que si nos ponemos la camiseta por el fútbol, nos la pongamos por esta ciudad. Que el problema no es que nos quiten el carro por 3 días, sino que no podamos salir ni a trotar. Que hoy por hoy no tenemos soluciones reales, ni transporte público suficiente, pero que todo el mundo, desde su casa puede ayudar. Creo que podemos crear cultura ecológica, demostrar que nos importa, que nos duele, que podemos limpiar, reciclar, compartir transporte. Que podemos ahorrar agua, apagar las luces, guardar el carro, caminar más. Que si queremos un cambio, que esto no empeore y que ojalá no se repita, todos nos tendremos que incomodar.
Y que probablemente en este trabajo en equipo descubramos que por fin tenemos algo en común. Que por distintos que seamos, todos compartimos este problema, este miedo, y esta desafortunada posibilidad de enfermarnos por la pésima calidad de aire de nuestra ciudad.
La cultura no se crea sobre cosas positivas. La mayoría de cambios grandes de la historia, se han dado por situaciones extremas que han obligado a las personas a reaccionar, a torcer el rumbo y a repensar. La cultura se teje desde individuos que han aprendido, que desean un cambio. No la crean las leyes ni los mandatos, sino la convicción y el deseo profundo de hacer que las cosas sean diferentes.
A mi hace ratico me picó «el bicho» de la ecología. No soy capaz de quedarme quieta viendo cómo nos autodestruimos. Desde que desperté a esta realidad, me provoca ayudar y me emociona ser parte del cambio. Sentirme activa en este tema, me alivia un poco el pesimismo y siento que no estoy simplemente aquí para quejarme, sino para invitar a todo aquel que esté listo para montarse en el tren.
No tengo todas las ideas. No sé exactamente cómo vamos a salir de aquí, quisiera montar en bicicleta por toda la cuidad pero no sabría cómo transportar a mis hijos… Sin embargo no estoy cerrada a cambiar y estoy abierta a todas las posibilidades.
Quisiera terminar esto con una lista de ideas, pero hoy no las tengo, de manera que abriré el espacio para que compartas, invites y les digas a otros que también pueden ayudar ?????.
Multiplicar es la primera manera de ayudar. La cultura también se crea a través de las historias que nos contamos los unos a los otros, eran las redes sociales de antes y se llamaban «tradición oral» ??.

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